lunes, 23 de febrero de 2009

Diana Bracho: "De mala me veo espantosa"

La actriz reflexiona sobre la amargura de sus personajes.

Que levante la mano quien no haya vivido en carne propia la incómoda experiencia de preguntarle a alguien su edad y que haya recibido como respuesta una embarazosa evasión o una gran mentira. ¿Nadie verdad? Y más si de actrices se trata.

Pero cuando uno se lo pregunta a Diana Bracho, lejos de ser un sacrilegio, es lo más natural del mundo, quien a sus 64 años se siente más joven y rebosante que nunca. “Si quieres ser la bonita de la novela la buena, la flaquita de la que se enamoran todos los galanes pues que frustración, tienes que hacer los papeles que te dan”, asegura Bracho.“No me cuido tanto, pero vivo muy intensamente". Y que quede claro, de amargura no tiene ni una pizca. "No, no, la amargura [es la que] descompone mucho a la gente”.

Y vaya que la amargura sí transforma. No sólo en su papel como la cruel Gabriela Acevedo en la telenovela Fuego en la sangre (Univisión) –que hoy llega a su final–, o como su inolvidable maléfica tía Evangelina en Cadenas de Amargura, esta mexicana ha demostrado que la maldad no es precisamente amiga de la juventud. “De mala me veo espantosa, la maldad no paga”, dice. “Creo que jamás en mi vida me había visto tan fea y tan vieja como en esta novela Fuego en la sangre”.

Sin embargo, en cuanto sale de cualquier set en los que ha interpretado sus ya legendarias villanas – Cadenas..., Capricho, Retrato de familia, Infierno en el paraíso, Heridas de amor y Fuego... – Bracho guarda la amargura y la maldad en una cajita, y se convierte en madre, esposa y abuela cariñosa.

Llega a su hogar en la Ciudad de México, se pone ropa cómoda y comparte una suculenta cena al lado de su marido, el pintor Rafael Cortés. Y cuando su agenda lo permite, la veterana actriz disfruta de una velada en el cine, una obra de teatro y hasta una que otra vez, deleita a su familia con una melodía en su piano. “Los pocos tiempos que tengo, me aíslo mucho del trabajo y me dedico mucho a mi familia”, asegura Bracho, quien procura ver a su hija, Andrea y a sus nietas, Julia y María cada fin de semana. “Mi vida depende básicamente de mi trabajo, es el motor que me hace decidir muchas cosas”.

Entre esas decisiones que Bracho toma constantemente, se encuentra el hacer un viaje al año alrededor del mundo en compañía de su esposo. “Me encanta viajar con mi marido, me fascina, es cuando mejor nos encontramos”, dice la gran histrión, quien no soporta que la llamen primera actriz... y por eso Salvador Mejía tuvo que quitarle ese mote de los créditos.

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