¿No que las heroínas debían llegar vírgenes y puras a los brazos de sus héroes? ¿No que la violación era sólo para villanas? Antiguamente, a la protagonista únicamente podía violarla “el héroe violador”. Como ese señor ya pasó de moda, no se entiende la abundancia de heroínas ultrajadas en las telenovelas. ¡Este año hemos tenido cinco! Camila (Susana González) de Pasión, Sofía (Adela Noriega) de Fuego en la sangre, Cata (Carmen Villalobos) de Sin senos no hay paraíso, La dama de Troya (Cristina Umaña) y ahora en Doña Bárbara (Edith González). Le podemos agregar a Marichuy (Mayte Perroni) de Cuidado con el ángel, que sin ser victima de violación, actúa como si lo fuera. DE VÍRGENES BOBAS Y VIOLADAS SABIAS…
El primer mandamiento de la telenovela tradicional es la pureza de su heroína, cuya castidad sólo puede terminar cuando llega su príncipe azul. Como la virginidad es afrodisíaca, muchos villanos intentan desflorar a la fuerza a la santita que se defiende con dientes y uñas. A la escritora Delia Fiallo se le ocurrió la brillante idea de crear un héroe que también podía ser un delincuente sexual y de él no se salvaba la heroína. Hoy, esas novelas como Emilia, Leonela y Una muchacha llamada Milagros serían inaceptables para las sensibilidades de un público contemporáneo. Sin embargo, esa misma mentalidad moderna dictaba que la palabra “virgen” se asocie con ignorancia, con torpeza, con falta de sofisticación. La heroína ya no podía ser una virgen boba, pero también era inaceptable que fuese una coscolina. Así que los escritores le encontraron un justo medio al hacerlas conocer íntimamente a los hombres, pero por la fuerza y sin que les gustara. Fue como inventar otra virginidad, la del primer orgasmo, el cual por supuesto se los brindaría el héroe como le ha ocurrido a Sofía en Fuego en la sangre. De esa manera se conserva el cliché de la heroína capaz de amar a un único hombre, pero se la hace “sabia” en sexo sin llegar a ser promiscua. Otra función que cumple el ultraje sexual es hacer a la heroína más frágil ya que la traumatiza y le impide vivir plenamente. Así teníamos a una Sofía melancólica, un mero fantasma de mujer, que vivía sometida a los caprichos de su madre. Un caso curioso fue el de Camila, en Pasión. Ya en el primer capítulo, Juan Ferrara la raptaba y manoseaba. En el segundo era secuestrada por piratas que la violaban. A pesar de eso, Camila no era ni mas frágil ni se mostraba muy traumatizada por el ultraje. Tiempo más tarde se casaba con el personaje de Fernando Colunga y se mostraba muy dispuesta para el amor. Así que nunca se entendió cuál fue el propósito de hacerla victima de una violación. PERMISO PARA PORTARSE MAL A diferencia de Camila, la mayoría de las heroínas violadas evidencian problemas emocionales y mentales tras ser atacadas sexualmente. Se entiende que una agresión física de esa magnitud deje secuelas, pero a veces pareciera que los escritores echasen mano de la violación para otorgarles a sus victimas el derecho de pecar. En Una muchacha llamada Milagros, y sus otras versiones, la rebeldía y anarquismo de la heroína, que a cada rato, caía presa, era adjudicada al ataque del cual había sido víctima. La tesis era que una violación podía deformar de tal manera la mente de la víctima que hasta borraba en instinto maternal de la victima. ¿Será por eso que Doña Bárbara no quiere a Marisela (Génesis Rodríguez)? Patricia, La Dama de Troya, vive para vengarse, y cierra su corazón al amor. La hemos visto dispararle incluso al hombre que ama. ¿Puede una violación justificar una actitud criminal? La respuesta es afirmativa en el caso de Doña Bárbara. Desde el principio de la novela, hemos visto a la Doña robar, golpear y atropellar. Arrojó a un hombre a las pirañas, y ha raptado a su propia hija. ¿Su excusa? El trauma de la violación.
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